miércoles, 5 de septiembre de 2018

LA MONTAÑA DEL MUNDO



Tanta majestad hay en la piedra

como si todo lo perdido

volviera a su seno.

                                  Se amalgamara.
Tanta majestad

que una sola grieta

basta para consagrar nuestra mirada

y rendirnos en humilde reverencia

ante su esplendor u ocaso.

A veces una mancha de musgo verde

corona su cima

                           y su sombra

declina desde el noroeste.

¿Acaso podríamos adivinar

que bajo esta cúpula milenaria de granito

entraña de la piedra

un día se abrió un verso

como una flor de loto

y el hábito que dio aliento a la rueca

o el cuenco de un renunciante

hoy es fragmento?

En todos estos signos reconocemos

una voz que nos viene desde siempre

como unos ojos que profesan

su iris más transparente.

Aprendemos a transcribir

                                           este enigma

en el corazón del polvo

que nos hace duros y etéreos

para enderezar los pasos

y estar de vuelta en el camino.

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