lunes, 20 de abril de 2009

EL CANTO DEL CISNE


Se acercaba a las palabras como un bello olvido, necesitaba de ellas para llamar la atención del silencio.

No es que sufriera de verborrea o leucoplagia ni muchos menos hacía alarde de la "importancia de hablar mierda" , no.

Su necesidad rotunda era un mecanismo de defensa para vencer su soledad esdrújula.
De vez en cuando se lo veía hablando solo, es cierto; hablaba alto consigo e imprecaba a sus demonios. Y hablaba también en voz baja, susurrante como decifrando un te quiero, un no-me-olvides.

Digamos que no disfrutaba su condición, vivía despreocupado en su carnaval de pereza tropical. Vivía sin máscara en medio de malvivientes sombras y vicios funerarios.

Simple...vivía en su suburbio de cristal quebrantado como el ave que se estrella contra las vidrieras, como el ave que ya no cuelga de las líneas de alta tensión; habitando la tempestad en su zona de recarga -las creencias, los temores- perdido en su calma cual ángel del abismo.

Con un decorado renovado de cortinas nuevas vivía feliz por dentro, feliz por fuera, a su manera, acorde a su "nuevo equilibrio" contagiando de risa al viento.

Hasta que un buen día su cabeza voló en cuatro cantos ( un viejo símbolo lo perseguía desde lejos ); la verdad de dos reinos llamó a su puerta...

Hablaba, claro... ahora lo recuerdo.