El Estado te engaña, te persigue, te desaparece. La Iglesia, cualquiera fuera su denominación; te entretiene, te distrae y al final te vende la misma promesa: el PARAÍSO de la OBEDIENCIA.
Con el tiempo que has perdido descubres sin asombro como el día reclama su versión abierta la importancia del sueño y su sonrisa que se entrega herida... el sentido de sus revelaciones y los momentos baratos donde esta mano fue temblor... la verdad del insomnio y sus sobrevivientes: el baile de pájaros borrachos toda impureza que pasó por cloro incluido el vecino que te copia en los patios... el acecho de la almohada hurto romántico de la naturaleza donde los espíritus brillaban... la ansiedad de las sábanas un amor que llama recuperado sin alegría... la tragedia de la ventana como el perro que ladra bajo otra luz las pesadas persianas de la tarde como todo lo que nombras y te secuestra. Y si queda tiempo: campos de sangre como un flamígero blues en ésta casa todas las mañanas.