martes, 10 de mayo de 2011

CANTARES AL ALBA


Las muchas aguas no podrán apagar el Amor, no lo ahogaran los ríos.”

Cantares 8: 7

Cierto día encontré una ardilla roja. Un momento dorado para compartir con alguien en el bosque húmedo, un tiempo de luz en días de penumbra.

Del árbol que crece al cielo, libremente extendiendo sus ramas para batirlas al viento en señal de gratitud por el alimento, en la más alta copa de aquella ceiba roja florida, su espíritu me llegó.

De exquisito pelambre, reluciente a la caricia del sol, era inevitable su cautivadora presencia.

¿Cómo no notarlo, como dejar de percibirlo?

Eran días grises, la floresta adolecía la extraña enfermedad de los tiempos “posmodernos” como graciosamente llaman a esta época nuestros hermanos mayores: los humanos.

El cáncer del calentamiento global y el efecto invernadero nos estaba matando.

Humanos, humanidad, humanitario…que gran paradoja!

¿Qué humanidad puede existir en el colono que arrrasa sin piedad la frágil tierra del colibrí y el jaguar?

Hermanos árboles, hermanos insectos, hermana cascada y vertiente, hijos de la arcilla y los cantos, comunidad del amor y la inocencia; nostros los del reino animal y vegetal. La flora y la fauna.

Es cierto, las sombras de la incertidumbre crecían por doquier; la lluvia ya no era dulce y nutriente, ahora era ácida y seca; hacía más calor de lo habitual y las fuentes menguaban junto a los ojos de agua.

Nuestra comunidad comenzó a experimentar extraños comportamientos asociados a los desechos expulsados a la atmósfera y a nuestros jardines por la gracia de nuestros “Hermanitos Mayores.”

Las flores perdieron color, los peces sus escamas, la hermosa sinfonía de la selva se evaporó como por arte de magia; todo perdía su brillo y una amarga nube se ceñía sobre nuestro cielo.

Pero algo maravilloso vino con todo esto; al contemplar aquél día a esta divina ardilla. Mis ojos habituados al sigilo más que a la sorpresa, se salieron de sus órbitas, extasiados por el dulce reflejo de aquella presencia; mi lengua pastosa pero ágil cobró un vibrante giro y mi piel desde su cresta hasta su cola mudó libremente desde el verde habitual hasta el rojo castaño de su sonrisa.

La ardilla atesoraba sus semillas y frutos secos, era divertido contemplar sus movimientos nerviosos, sus saltos y sus brincos. La ardilla sabía volar, cosa inusual en un corazón de piedra.

Con decidido esfuerzo coroné aquella copa y ahí le ví, en el amor que empieza a recorrerme, en el amor que empieza a reconocerme.

No fue un amor a primera vista ni al primer mordisco, el amor se dio como se da en quienes se aman con su incontenible fuego.

Un amor de antes de nacer nos cubría, habíamos nacido para este encuentro, para esta fuga.

Lo que no sabíamos del amor, era el sin-sabor de la partida y el olvido. La aceptación de nuestra rotunda diferencia que ahora nos mantiene confundidos.

Vi crecer el amor entre una ardilla y un camaleón como crece el día con su sombra, extraño amor para muchos, único para ellos.

Vi como de sus corazones, uno más que el otro, brotaron lenguas de comprensión y adoración. Como a pesar de sus diferenciados cuerpos el amor no distinguió entre réptiles y mamíferos.

Llegué a entender el lenguaje secreto de la ardilla roja, sus silencios no contados; juntos inventamos nuestras propias señales, nuestros sagrados ritos, nuestra propia lengua.

Se hizo frecuente nuestros paseos por los márgenes aún vírgenes de los ríos no sin causar cierta sorpresa y hasta burla de nuestro prójimo. Pero todo ello no importaba, una burbuja idílica nos envolvía y protegía del contaminado ambiente que reinaba.

Juntos aprendimos a crecer y darnos la mano, pero aprendimos también del dolor y el orgullo, de la falta de perdón como de abrazos, de la desdicha y la ingratitud.

Ser camaleón es duro cuando te entregas de lleno a los consabidos colores de la primavera, cuando eres ARCOIRIS y de repente te vuelves monocromo, como de rojo tirando a sepia.

La mano que trae la flor del encanto trae consigo también el puñal del hechizo.

Y así pasó, tan fácil como llegó, como traída por las aguas de la salvación; así se fue en una inundación de motivos crueles, en un diluvio incontenible de lluvia ácida que venció nuestra burbuja, nuestro nido.

Así no más, sin llanto y sin prisa, como si nunca hubiera existido o fuera una extraña pesadilla de la naturaleza, una pesadilla de ella misma; la ardilla se fue dejando mi corazón lleno de semillas…las semillas de su ausencia.

Hoy, al camaleón, peso pluma, se lo ve errático como perdido en su propio recuerdo por los caminos de las ceibas.

Al caer la tarde y hasta el alba, un solo canto gobierna la selva, un bello colorido emanan de sus notas, en secreto danza y talla cantos, canciones como himnos de alabanza, como ríos de agua viva.

M.J.G where we belong

TUS LABIOS DESNUDOS CASI SIN COLOR.
EL COLOR CASI DE TUS CEJAS, PÁLIDO...
TU PIEL ALMENDRADA DUEÑA DEL OFICIO DEL DÍA
QUE ERA EL DÍA CON SU TONO DE PÁRPADO...

The xx - Islands


El agua está tranquila y es posible que tu rostro me refleje río abajo.

Yo insisto en estos rápidos, repleto de vida, estrellándome en tu recuerdo, en cada piedra que surco y en donde converso con mi espuma.

M e encontraré contigo y hallaré razón a todo en las profundidades para aumentar mis dificultades…y trasmutar historias…

¿De dónde vino la sal que formó nuestra cueva?

¿De dónde?

La beltek NoLlorar vídeo oficial

Nunca lograste SALVARME
sabes muy bien.
Todo mi AMOR quedó guardado a tus pies...

HUMANIDAD me dejaste completamente solo y tirado en el anden...