viernes, 11 de febrero de 2011

EL CARTERO LLAMA DOS VECES

La vieja iglesia por la que solía pasar, la misma en la que me embarcaste en la 16, ahora es más blanca y está en arriendo.

Esta noche de diez pesos la he vuelto transitar recordando a cada paso su
línea, su cántico contenido desde el vientre hasta su acera.

Nada casual, mucho menos gratuito o forzado.
Diríase más bien, fortuito, de urgencia, de gana mingitoria en la esquina que me aguarda sin afanes.

He vuelto a cruzar sus lares sin aires lastimeros,
quizás ya te he olvidado preso de sudores, de un ímpetu nuevo que nada tiene que ver con tu sonrisa de "mascotica de la parada".

Más sin embargo algo de
ti se detiene en la conciencia y sigues presente con otro aire pero igual me impulsa a tirar los tenis y salir disparado a encontrar la pluma y la hoja mitad descalzo, mitad con media.

No creo que sea el deseo de
nombrarte o retenerte lo que me acosa, ahora que el gallo templa su primer acorde.

Es la
noche; negra, la que me llena con su tinta dispar en la penumbra.
Es aquella vieja amiga, piel de muchacha atenta a mi ritmo la que me recoge y musita a mi
oído un abrazo prestado, un pequeño instante de infinita gratitud.

A lo lejos, en los más altos y
recónditos intersticios de arena se oyen gritos y arengas:

¡
QUE VIVA COLOMBIA !

Y mi alma comienza a moquear, claro anticipo de un sueño no tan grato.

Yo busco ahora en medio de mis direcciones dispersas por el destartalado y sonoro ventilador de muro, una nota, una prenda con la cual pudiera cotejar tu gracia o mi infortunio y me encuentro a solas en esta cama de dos cuerpos por pintar de negro y miel con mi brazo encendido.



EXIT: Se que perdonar es dichoso pero no ganaré tu vida. Dejame ser tu libertad.