No corten mis olivos
no arrasen mi pobre tierra.
Dejadme el hilo de agua que brota
de nuestra peña
no clausuren nuestros ríos
no dejen sedientas a nuestras familias.
No corten nuestros olivos
dejen quietos los limonares
dejadnos en esta tierra en paz
que aunque parezca yerma
de su vientre siempre brota
dadivosa
la lágrima y la carne.
Tu paso no es distinto al nuestro
ambos vamos de tránsito
salvo que en tu camino
un día no hallaste la salida.
Consideramos tu desgracia
y elevamos plegarias a nuestro
mismo padre.
Y ahora de vuelta de la huida
y la diáspora
regresas a nuestra casa
como el hermano que se hizo rico
en el extranjero
y trocó corazón por monedas de oro.
A nosotros también nos fue difícil
sostener esta tierra
hacer de el desierto
surcos y eras
y mantener en pie nuestras bestias.
A nosotros hijos del polvo
y los caminos
también se nos fue dado
este pobre Edén
donde nos quemamos por dentro.
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